La Catedral de Oporto comenzó a ser construida en el siglo XII, pero a lo largo de los siglos fue recibiendo las influencias del Renacimiento, Barroco y Rococó.
Solo la arquitectura de la Catedral de Oporto es suficiente para que sea considerada como una de las joyas de la ciudad. Al gótico de la construcción inicial, visible en el claustro y en la capilla de San Juan Evangelista, se le junta el manierismo de la capilla del santísimo sacramento y su altar de plata. El barroco del siglo XVIII está presente en los frescos de la capilla mor y en la sacristía, de la autoría de Nicolau Nasoni, así como en los azulejos del claustro.
El interior de la catedral es un verdadero tesoro, con mobiliario de valor incalculable, donde se incluyen mesas y lavabos en mármoles raros, espejos, armarios y un reloj de palo negro en estilo Rococó.
En el exterior, el Terreiro de la Sé (la plaza de la catedral) que es encuadrado por los edificios de la Catedral, Casa del Cabido, Pazo Episcopal y Casa de la Cámara. Es uno de los miradores privilegiados de la ciudad, ya que de allí es posible avistar la zona de Barredo, el río Duero y la ciudad de Gaia.
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